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LOS MONARCAS MÁS LONGEVOS (1 de 2)

Isabel II

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Antes de las revoluciones democráticas del siglo 18, envueltas en convulsiones políticas, sociales y económicas, la institución de la monarquía era el régimen político predominante en varios países de Europa, algunos de Asia, pequeños territorios insulares del Pacífico  y en tribus de África. Hubo hasta reyes y emperadores de opereta.

En este siglo 21 las monarquías son rémoras del pasado. Pocos países las mantienen, generalmente atendiendo a supuestos motivos de política interna.

Hoy generalmente las funciones de algunos reyes y emperadores son protocolares y simbólicas, puesto que están enmarcadas en lo que en derecho constitucional se denomina monarquías parlamentarias.

Son poquísimos los monarcas de hoy que tienen un poder real sobre sus súbditos. Sólo quedan unos pocos con mando directo en pequeños territorios insulares y uno que otro país de esos que viven socialmente en una especie de permanente “hibernación”, tomándole prestada aquí esa palabra a la fisiología.

Lo que antes la antropología definía como creencia primitiva atribuía poderes divinos a los soberanos, primero bajo el supuesto de que eran en sí dioses y luego de que eran enviados de Dios.

Se trataba de una codificación elaborada para mantener alienadas a sociedades como las egipcia, japonesa y china, por ejemplo, que durante siglos sostuvieron que sus etnarcas eran “Hijos del Cielo.”

En eso reconozco el esfuerzo de investigación del historiador francés Albert Mathiez, quien al referirse a la religión como pilar de los poderes  imperiales de antaño concluyó que “era la clave de bóveda de la monarquía.” (Los orígenes de los cultos revolucionarios.)

Por la pertinencia del tema, con motivo del fallecimiento el día 8 de los corrientes de la reina Isabel II, me centro en los motivos del título de estas notas para referirme brevemente a los tres monarcas más longevos registrados por la historia:

El francés Luis XIV, la inglesa Isabel II y el tailandés Bhumibol.

Luis XIV
Bhumibol de Irlanda

Luis XIV

De los tres personajes arriba mencionados el que más tiempo vivió con el título de rey fue el Borbón Luis XIV, un hombre de acción que emprendió tres guerras para expandir sus dominios imperiales al mismo tiempo que daba protección a escritores, comediantes, escultores y arquitectos que elevaron la cultura del pueblo francés.

Fue el titular del trono de Francia desde que tenía 5 años de edad. También ostentó la condición de monarca de la región de Navarra y  copríncipe de Andorra, un pequeño Estado ubicado entre macizos montañosos que separan a Francia y España.

Nominalmente fue rey desde el 14 de mayo de 1643 hasta su muerte, el primero de septiembre de 1715. La aritmética arroja en su favor un período monárquico de 72 años, 3 meses y 18 días, a pesar de que en ese período tuvo que enfrentar muchos enemigos internos, comenzando por una amplia franja de la nobleza que no comulgaba con sus actitudes de estilo absolutista.

Por más de una década los que en realidad gobernaron al entonces poderoso imperio francés fueron su madre, Ana de Austria, y el cardenal y político italiano Jules Mazarino, un protegido del papa Urbano VIII, quien lo elevó a cardenal sin haber rezado nunca el Ave María.

Los actos protocolares para la coronación de Luis XIV se realizaron en el 1654, con todo el boato parisino; pero todavía faltaban unos años para que él se afianzara como lo que fue, un monarca absoluto, apodado rey Sol, cuya obra de infraestructura principal tal vez fue el palacio de Versalles, un lugar importante en la historia de la humanidad.

La personalidad avasallante del rey Luis XIV quedó demostrada en múltiples ocasiones.

El culmen más elocuente de su condición de déspota quedó grabado cuando en momentos dramáticos para el destino de Francia se definió así mismo, frente a oponentes poderosos y desafiantes, con la contundente expresión: “El Estado soy yo.”

Isabel II

Isabel II

El Reino Unido (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte) tuvo a Isabel II como reina durante 70 años y 214 días. Al nacer el 21 de abril de 1926 sus padres la registraron con el nombre de Isabel Alexandra Mary Windsor.

Aunque nació en el seno de la Casa real Windsor ella no figuraba con muchas posibilidades ciertas de ocupar el trono.

Su destinó varió cuando tenía10 años de edad, con motivo de hechos inesperados que cambiaron el curso de la historia de su familia, de su país y de una parte importante del mundo.

El 11 de diciembre de 1936 Eduardo VIII abdicó del trono, prefiriendo disfrutar los encantos femeninos de la señora Wallis Simpson en Bahamas, EE.UU.,  Francia y con interminables paseos por el mar Mediterráneo.

Por esa decisión fue que su hermano Alberto Federico Arturo Jorge se convirtió en el  rey Jorge VI. A él lo sucedió después su hija Isabel II, la nieta del rey Jorge V, quien gustaba llamarla Lilibeth.

La reina recién fallecida llegó a tener también, con el paso del tiempo y los cambios en la geopolítica mundial, la condición de máxima dirigente de la llamada Mancomunidad de Naciones, (Commonwealth) integrada por más de 50 países que antes fueron colonias del reino de Inglaterra.

La aludida Commonwealth es en términos prácticos un hábil artificio de política internacional para proyectar la sensación de que el imperio que hace décadas no es tal siga esparciendo en el imaginario popular la idea de que es la poderosa potencia que fue siglos atrás.

El reinado de Isabel II puede considerarse en realidad como el más longevo de la historia, por lo que indiqué más arriba sobre la regencia que hubo en Francia cuando Luis XIV.

Ella subió al trono el 6 de febrero de 1952, cuando era una joven de 25 años de edad, y cesó en dichas funciones, hace pocos días, cuando falleció a los 96 años, en su castillo de Balmoral, situado en Escocia.

Isabel II fue parte importante de los principales acontecimientos mundiales de la segunda mitad del siglo pasado y de algunos de las dos décadas que lleva este.

Terminó su parábola vital siendo una respetada lideresa con un gran dominio del tablero de la política, lo cual le permitió capear muchos vendavales de su reino e influir en otros lugares del mundo.

A pesar del discreto protagonismo de Isabel II, el famoso poeta y prosista argentino Jorge Luis Borges llegó a escribir que si Inglaterra se convirtiera en una república “no sé si cambiarían mucho las cosas; posiblemente no cambiarían nada. Porque la gente seguiría siendo la misma.”(Siete conversaciones con J.L.B./Fernando Sorrentino, 1973.)

Alfonso Pessoa, un periodista especializado en temas religiosos, reportó desde la agencia noticiosa católica Gaudium Press que la de Isabel II fue “una muerte suave, elegante, tranquila y discreta como fue su vida.”