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PERICLES (2 DE 2)

Pericles

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Pericles fue una persona tan extraordinaria que se le dio su nombre al siglo en que transcurrió su existencia.

Más de veinte siglos después se mantiene esa valoración, en base a sus realizaciones como gobernante.

Cecil Maurice Bowra

En su obra La Atenas de Pericles el inglés Cecil Maurice Bowra, especialista en temas de la antigua Grecia, dice en abono a lo anterior que: “Ninguna edad de oro iguala totalmente a la ateniense en la amplitud de su realización o en la categoría sustentada por las obras que las han sobrevivido…”

Más adelante puntualiza el referido profesor de la Universidad de Oxford que: “El impulso conductor de este proceso fue su sistema democrático y las energías que liberó y puso en marcha.”

Eso fue posible porque Pericles, que era un extraordinario estratega político, supo manejar con brillantez los tiempos, y en consonancia con su ideal de grandeza para su pueblo les dio gran importancia a la literatura, la filosofía, a las artes en sus diversas manifestaciones y a todo lo que él consideraba eran los elementos que realzaban a los atenienses.

Aunque después del desastre de los persas en la batalla de Salamina los atenienses se convirtieron en la fuerza dominante en el Mediterráneo oriental, no cabe duda que la llegada al poder de Pericles, diez años después del referido enfrentamiento naval, fue lo que permitió que Atenas, la ciudad-Estado de Ática, se consolidara durante tres décadas en la zona influenciada por los mares Egeo, Mediterráneo y de Creta.

Para lograr esa hazaña económica, militar y cultural Pericles se nutrió en gran parte de los juicios de Temístocles, quien sostenía la conveniencia de hacer de Atenas una potencia naval. Entre ambos convirtieron el puerto de Tireo en el más grande y poderoso de la zona.

Otro personaje que influyó en el pensamiento de Pericles fue Clístenes, quien como legislador impulsó principios de democracia y sentó las bases para eliminar de la vida pública de Atenas todo atisbo de tiranía.

Cabe señalar también a Efialtes, considerado su mentor, asesinado por los oligarcas atenienses. Su  muerte provocó el ascenso al poder de Pericles, quien se mantuvo fiel a los postulados políticos de ese malogrado líder, reivindicando gran parte de sus ideas. 

Siguiendo el ejemplo de sus referidos inspiradores, Pericles amplió las puertas de las libertades individuales, ensanchando el camino de las realizaciones humanas  de los atenienses más humildes.

Gracias a las ejecutorias que como estadista tuvo Pericles fue que Atenas se convirtió en el principal faro de cultura del mundo hasta entonces conocido.

El impacto artístico y el florecimiento del pensamiento de la Atenas de Pericles puede considerarse superior (visto desde el contexto de cada época) al de los Médicis del Renacimiento florentino, y también a lo que realizó Ludovico Sforza, apodado el Moro, duque de Milán, quien le dio esplendor cultural a esa hermosa ciudad del norte de Italia.

Lo que se produjo en Atenas hace más de dos mil años llevó a un poeta y comediante tan quisquilloso y agresivo en sus juicios como fue el griego Eupolis a resaltar de Pericles que: “Poseía ese poder exclusivo de los oradores/de impulsar los corazones de los hombres/ y llevarlos detrás del aguijón.”

Pericles obraba con discernimiento al momento de poner en práctica las pesadas decisiones de gobierno, lo cual no le impedía conectar hechos concretos con metáforas envueltas en conceptos filosóficos.

Prueba de lo anterior fue cuando se refirió a la muerte en combate de muchos jóvenes atenienses: “La ciudad ha perdido a su juventud; es como si el año hubiese perdido su primavera.”

Propicia es la ocasión para decir que antes y después del gobierno encabezado por Pericles el antiguo imperio griego, con Atenas como centro, fue sacudido por una miríada de crímenes de sangre y económicos.

Las tres provechosas décadas que él estuvo al frente del poder ateniense no estuvieron exentas de esa realidad, pero combatió la impunidad mediante el aparato judicial, al cual cada día le daba más preponderancia.

Hace sentido esa apreciación, puesto que muchos expertos en los hechos trascendentales de aquella lejana era coinciden en calificar a Pericles como el primer abogado profesional.

Prueba de lo anterior se verifica en el hecho de que él modificó la regla fijada por el estadista, poeta y legislador Solón en el año 594 a. C. para el funcionamiento de  la principal asamblea (audiencia). Los griegos la llamaban ecclesia.

Para Solón los acusados llevados ante ese tribunal no podían utilizar los servicios de asesores legales, teniendo que ingeniárselas solos o recibiendo cuchicheos de cercanos. Pericles terminó con eso.

La más conocida pasión de amor de Pericles (y al mismo tiempo su mayor sostén político) fue una hermosa e inteligente mujer procedente de la península Anatolia, quien llegó a Atenas cargada de saberes y con la añoranza del mar Negro que baña el norte de su tierra natal.

Aspasia de Mileto

Aspasia de Mileto se llamaba la dama que influyó mucho en el mandato gubernamental de Pericles.

Sus detractores, sin aportar pruebas, divulgaron en el siglo V a. C. la noticia de que ella era dueña de un centro de prostitución. Otros dijeron que eso era una mentira con categoría de maniobra de politiquería ramplona de los enemigos del poderoso gobernante que compartía lecho con ella.

Dicho lo anterior al margen de que esa astuta mujer, nativa de la que fue la pujante ciudad de Mileto, tal vez tuviera alguna pasión mercantil.

Aunque Pericles fue condenado en un juicio por supuesta corrupción, como indiqué en la entrega anterior, lo cierto es que se trató de una avilantez de sus enemigos, la mayoría de ellos jinetes de baja altura, que usaron  en su contra el filo de la espada de la malicia empapada del veneno del odio.

Muchos textos de historia antigua lo describen como un hombre a quien no lo seducía el interés por acumular riqueza personal. La codicia no era parte de su vida.

Pericles, antes de caer en lecho de muerte por casi dos años, atacado por la peste de Atenas (fiebre, dolores de cabeza, sangrado en lengua y garganta, etc.) encabezó su última actividad bélica dirigiendo centenares de barcos de guerra que se enfrentaron a las poderosas fuerzas navales de Esparta, en la larga y sangrienta guerra del Peloponeso.

Algunos han opinado, siguiendo a pie juntillas los juicios del historiador romano Plutarco, que Pericles abrió esa guerra como un artificio político-militar ante las tenazas que le estaban tendiendo sus adversarios internos para dar al traste con su largo régimen.

Lo cierto fue que Pericles supo sortear muchos vendavales políticos, siempre evitando en lo posible aplicar los resortes de la maldad que se aposentan en los cuartos de mando de todo gobierno. Dejó un amplio repertorio de motivos y hechos que lo colocaron como uno de los más brillantes gobernantes de la humanidad.

Tal vez pensando en él fue que Nicolás Maquiavelo escribió en su clásica obra El Príncipe esta impactante reflexión: “Un príncipe que quiera conservar su autoridad deberá aprender a no ser bueno y usar ese conocimiento, o prescindir de su uso, según las necesidades que se le presenten.”

Cuando Pericles murió bajó al sepulcro en olor de multitud, porque los atenienses le admiraban y respetaban mucho.

Teófilo Lappotteofilolappot@hotmail.com