Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de

Mario Rivadulla






El solo anuncio de que el gobierno  se apresta a promover en el Congreso una nueva reforma fiscal ha caìdo como un jarro de agua fría sobre la gran mayorìa de la gente, cuando ya se aprestan a disfrutar dentro de pocas semanas del respiro que brinda el tradicional jolgorio navideño.



Esto asì porque reforma  màs que reordenamiento fiscal, se traduce en lenguaje puro y llano, como la creaciòn de nuevos tributos  y el aumento de los existentes.

Las razones apuntadas en principio son variadas.

La condición económica y financiera crìtica en que asumieron el poder las actuales autoridades, fruto de factores coincidentes y sobradamente conocidos, lo que sin embargo, ya a màs de dos años de la presente gestión, luce como agua pasada.  El peso de la enorme deuda pùblica sobre presupuesto.   La creciente carga social que constituyen cerca de cuatro millones de personas viviendo al borde y por debajo de la línea crìtica de pobreza.  El llamado déficit cuasi fiscal, representado por  los intereses generados por los certificados de ahorros emitidos por el Banco Central. 



La disminuciòn registrada en los ingresos públicos,  que se han quedado bastante por debajo de las estimaciones originales pese a haberse ampliado la base de contribuyentes. 

A todo lo anterior y otros diversos factores que en mayor o menor medida, inciden en la situaciòn,  habrìa que sumar las continuas y cada vez màs fuertes presiones del Fondo Monetario Internacional para que el paìs reduzca la brecha del déficit fiscal.  Este, segùn se informa, no ha podido ser bajado del 57 porciento sobre el PIB que andaba en el 2003 al 25 por ciento que era el compromiso para el presente año.   En consecuencia, el celoso cancerbero internacional de las finanzas plantea mayores medidas de austeridad, incluyendo la reducción o supresión de los subsidios al gas y la electricidad, dos componentes de costo social y político altamente explosivos.

La situaciòn llevada a sus términos màs simples es que nuestros compromisos de pago de deuda pùblica y el costo de la màs elemental prestación de los servicios que corresponden al Estado reducida a su mínima expresiòn resultan muy superiores a los actuales ingresos del fisco.  Colocados en este punto, està claro que por màs vueltas que se le dè la reforma fiscal, de una u otra forma, traerà de la mano mayores cargas tributarias.  En consecuencia, todos, tambièn en mayor o menor medida, resultaremos afectados en nuestra calidad de vida  bastante llevada al borde extremo en el caso de los màs necesitados, en tanto la màs que sacrificada clase media tendrà que ceder nuevos espacios en sus ya muy menguados niveles existencia.

Mención aparte para los sectores productivos,  en la antesala del reto de sobrevivencia que acompaña al Tratado de Libre Comercio. El anuncio de una nueva reforma fiscal en momentos en que precisamente,  se entiende que el acuerdo y su pronta y màs aùn, inmediata entrada en vigencia debe haber figurado como punto principal de agenda en el encuentro sostenido este mediodìa en la Casa Blanca, entre los Presidentes Leonel Fernández y George Bush, representa la amenaza de una nueva sobrecarga de costos que reducirà màs aùn sus muy desventajosos niveles de competitividad en  mercado abierto, tanto  local como de exportación.

Para el paìs la situaciòn que se presenta no es nada fàcil.  Tampoco lo es para el gobierno que tendrà que hacer gala de mucha prudencia, capacidad de convencimiento y habilidad de concertación para manejarse bajo estas circunstancias tan adversas en que, de entrada, debe esperar un fuerte rechazo por parte de la oposiciòn y el lógico descontento de una población que desde hace màs de tres años viene arrastrando el pesado fardo de la crisis  Para ello, tendrà que presentar  al paìs  un plan creìble y sustentable, evitando dar palos de ciego, pasos en falso o mostrando signos de debilidad, al tiempo de endosarlo con un enérgico ejercicio de liderazgo y  enviando señales bien nítidas del uso màs racional de los recursos públicos y dando ejemplo de austeridad.

Por años, los problemas nacionales  han sido tratados con paños de agua tibia.   A base de medidas coyunturales.  De remedios improvisados,  orientados no a solucionarlos sino a ganar tiempo, mientras continuaban creciendo y profundizándose.  Hoy pareciera que ya ese proceso està agotado. Que la situaciòn està tocando fondo y a punto de hacer crisis. Que màs que nunca resulta de extrema urgencia conformar un proyecto de naciòn, por vìa de consenso, que comprometa el respaldo de las diferentes fuerzas políticas, económicas y sociales del paìs.

La suerte del gobierno dependerà de còmo se maneje en aguas tan turbulentas.  Y de su habilidad tambièn, el futuro del paìs que ahora mismo, sin necesidad de sentarse frente a una bola de cristal, nos pronostica un 2007 en extremo difìcil.

A prueba quedarà nuestra capacidad para salir adelante.  Otros lo han conseguido.  De nosotros depende demostrar si podemos ser iguales o somos menos.

2006-10-27 13:00:30