Opiniones

Atributos y peculiaridades de Kiva Maidanik

Testimonios de amistad y camaradería (y VIII):

Atributos y peculiaridades de Kiva Maidanik

Kiva era un personaje, todo un personaje.

Un ser de una sabiduría sencilla y de una moral de acero.

Su erudición era tan basta y diversa, que en cualquier conversación sobre X tema, la cual no tardaba en convertir en una especie de clasecita, modulaba la inflexión “dicho de paso sea” y tomaba otro tema que transformaba en una conferencia, para luego volver al punto de partida.

Kiva estaba demasiado distante de cualquier técnica que no fuera leer, ver detenidamente hasta los detalles, escuchar con atención, exponer y escribir. Apenas manejaba el teléfono, nunca la máquina de escribir, jamás la computadora y tardíamente la grabadora de cassettes.

En parte tales características eran resultado de las carencias propias de la sociedad soviética y del difícil acceso de los científicos y profesionales honestos a eso artefactos y, en parte, de su vocación extremadamente austera.

La ropa y los zapatos le duraban añales. Y siempre estaban “fuera de moda”.

Soportaba frío duros con cualquier chaqueta, aunque siempre tenía envejecidos abrigos y antiguas “chapkas” de reserva.

Nunca supo lo que era manejar automóvil, mucho menos poseerlo.

Conocía todas las rutas del transporte público y caminaba como un desgraciadito.

Comía como el que más comía, y absolutamente de todo.

Le gustaba el buen vodka, el buen ron, el coñac armenio… El vodka lo preparaba con ajo y picante y lo ponía en la ventana a congelarse hasta adoptar la consistencia de los licores.

Tomaba muy esporádicamente, cuando se juntaba con sus grandes amigos (as) y en actividades sociales.

Le molestaba sobre manera que alguien dejara restos de comida en el plato. Nos decía que el fue de los niños que creció, pasando hambre, en los años duros de la guerra antifascista y que no toleraba ni el desperdicio ni el derroche.

Le fascinaba el café dominicano en grano (el de la casa Velásquez) y tenía en su casa una pequeña moledora para prepararlo.

Sabía administrar como nadie sus reservas, en espera de visitas y momentos especiales.

En su casa se comía mucho y bien, hasta que el derrumbe estableció el estado de penuria incluso en los sectores de medianos ingresos.

Cuando les visitábamos en su casa nos preparaban ricos banquetes de comida rusa y el reto era comerse todo lo que insistentemente nos ponían en el plato repetidas veces.

Al vernos se emocionaba y de inmediato comenzaba a escudriñar en que habíamos cambiado y cuál era nuestro estado físico y de ánimo: si más gordos, si más flacos, si más viejos o más jóvenes, si alegres o tristes, si cansados o energizados.

De esa inspección pasaba a la situación de la familia: la compañera, los (as) hijos (as), madre, padre, hermanos (as).

Luego los(as) camaradas.

La familia “grande” (la política) era examinada después de hablar los pormenores de la familia “chica” (la hogareña).

Después de todo esto, le tocaba el turno al país: la situación económica y social, las fuerzas políticas, los reveses, las victorias, los planes, las alianzas, las reflexiones teóricas; continuando con los países cercanos o visitados recientemente o con los eventos, intercambios y reuniones realizados con anterioridad.

Y más tarde él pasaba a hablarnos de todo lo que le parecía de interés y de todo lo que le preguntábamos de la URSS, del campo socialista, de Europa, de América Latina, del mundo…horas y horas.

Junto a su familia nos informaba de la situación de cada quien y del conjunto, al tiempo que incitaba a los(as) miembros(as) presentes a agregar otros detalles y a expresar sus opiniones particulares, mientras él traducía.

El capítulo de su madre era tema especial y generalmente había que sacar el tiempo para irla a ver. Allí se respiraba amor e inteligencia.

Kiva, fuera del café y del ron, nos solicitaba pocas cosas, salvo las medicinas de su madre cuando eran difícil  de conseguir en el mercado corriente y, de vez en cuando y de cuando en vez, unos boletas para que Natacha y María pudieran ver una función del Gran Teatro (Bolschoi Teathre) de Moscú (algo muy difícil de conseguir por vías comunes y corrientes, privilegio de la alta burocracia y sus allegados, de los que tenían para comprarla a sobreprecio en el mercado negro y de los invitados extranjeros)

Su primer matrimonio sucumbió- nos decía él- porque “Rufina era muy peleona y súper-celosa”, pese a no tener la menor vocación de conquistador y evidenciar poca veteranía en esas lides.

En medio de esa situación de depresión matrimonial, su primera relación de amor furtivo resultó algo así como una novela, aunque me voy a reservar su descripción porque no me considero en el derecho de revelarla.

De su segunda relación nació la pelirroja María y su segundo matrimonio.

Tuve el privilegio de conocer el hecho antes de que brotara a la superficie (complicidad de hermanos) y recuerdo aquel encuentro “clandestino” en las afueras de Moscú, cerca de la avenida o carretera a Leningrado.

María, que ya entendía todo en ruso, se incomodó porque hablábamos en español y entonces ella creía que la estábamos engañando. Kiva le encantó su enérgica reacción y muchas veces, en muchas partes el mundo, hizo mención de ella.

Cuando estando en Moscú viajé al Congreso del PCI en Milano, lo único que me pidió fue un álbum de Botticelli, el gran artista plástico italiano, para regalárselo a Natacha, su nuevo amor, que por demás era especialista en historia italiana. Y desde entonces, en el intercambio de cartas Natacha no aparecía con su nombre, sino con el de Botticelli.

Kiva gozaba un mundo con la vagabundería caribeña y latinoamericana. Sucumbía frente al tigueraje y la picardía.

Conocía los personajes sin haberlo visto nunca. Se los imaginaba por los rasgos   fotográficos o por las conductas sociales y políticas.

Era un zapador de la idiosincrasia y la psicología de la gente y de los pueblo, con una agudeza enorme para captar lo que otros no logramos ver.

Tenía pocos amigos (as) porque para él la amistad era algo especial.

En la URSS, donde sufrió muchas decepciones por el arribismo y el oportunismo reinante, tenía muchas relaciones de trabajo y afectos menores, pero pocos amigos (as) de verdad. Entre ellos se contaban Galia, Tania la esposa de Schafik, Sergio Mikoyan (el hijo de Anastasio, ex-Canciller cuando Kruschev, director de la Revista América Latina), Tania Vorocheikina y su esposo, y el famoso “Futbolista”.

Odiaba el arribismo, la corrupción, la vanidad y la simulación.

Le agradaba la diversidad y toleraba las divergencias.

Era un anfitrión, un acompañante, un orientador formidable.

Todos (as) los dominicanos que le conocieron lo apreciaron. Y así pasaba con todos (as) los criollos de la Patria Grande.

En mi país personas tan diversas como Doña Adriana y Don Luís Mariano (padre y madre de nuestro Orlando Martínez), como Héctor Jiménez (acordeonista de la orquesta “Los Caballeros de Montecarlo” y autor de la música del himno del Movimiento

Revolucionario 14 de Junio), la periodista Minerva Isa y Jottin Cury (Canciller del gobierno en armas de Caamaño), retornaron profundamente impresionados (as) de la humanidad y el talento de Kiva.

Jottin siempre me decía “Kiva es una bella persona, no olvidaré sus sencillas pero hermosas atenciones”. En estos días me llamó para reiterarlo, lamentando profundamente su fallecimiento.

Kiva ganaba poco, pero de sus extras (fruto de las conferencia y cursos en la provincias de la URSS), ocultaba siempre una parte para destinarla a la solidaridad humana y política. A veces ni Natacha sabía de esas erogaciones, para no poner en tensión la escasez en su hogar con su generosidad para con los (as) amigos (as).

Acosado por el aparato se resistía a ser víctima de la humillación y por eso decidió no entrar a los hoteles y áreas bajo control oficial donde podíamos estar sus amigos (as) del exterior.

Y entonces recurría a las citas furtivas, a los métodos “semiclandestinos”, a los encuentros en lugares conocidos por nosotros (as) y bautizados por él con nombres especiales, que pudieran decirse por teléfono sin ser identificados.

El aparato (o más bien parte de él) lo acosaba por su disidencia de izquierda y por celo intelectual. Pero a veces no faltaban quienes les consultaban, porque de que sabía, sabía.

Kiva era súper-generoso con sus conocimientos, los traspasaba con entera satisfacción a cambio de nada, sin el menor egoísmo intelectual. Son incontables los (as) camaradas que se nutrieron de sus elaboraciones y las organizaciones que recibieron su apoyo desde el más absoluto anonimato.

Admiraba con ternura especial a las mujeres revolucionarias. Recuerdo sus lindos recuerdos sobre Carlota, la ex -guerrillera venezolana y ex-esposa del intrépido Tirso Pinto y viví sus diálogos con Ana María, la comandante salvadoreña asesinada por un sectario perverso, y sus relaciones de amistad hasta el presente con Nidia Díaz. Recuerdo sus intercambios con Ana Guadalupe (¡cuanto lamentó su disidencia derechizante¡), con Marisol Galindo (FMLN) y con otras camaradas del FMLN, así como con las de la URNG.

Pero donde Kiva se derretía era frente a la dulzura ingenua de los (as) niños (as)

Y todo esto revelaba una condición humana ejemplar, conquistadora de corazones.

En él había mucho del ser humano nuevo, del hombre nuevo. Por eso su enorme admiración por el Che, a quien tuvo la dicha de conocer en Praga.

Y no hay algo más formidablemente referencial que un revolucionario tierno y bondadoso, como lo fue Kiva.

Digo todo esto ahora – y de seguro se me quedan cosas interesantes por contar, como también nombres y circunstancias que mi memoria todavía no ha logrado conservar o sacar a la superficie-porque si lo hubiera hecho en vida de Kiva, él no se hubiera sentido nada bien, porque este personaje maravilloso no soportaba ni siquiera los elogios justos.

Definitivamente el que conoció de verdad a Kiva Maidanik, se pondría de acuerdo conmigo en pueden darse héroes y heroínas, figuras emblemáticas de un periodo de la historia, que nunca empuñaron las armas y que nunca fueron aclamados por los pueblos.

Porque quiero contribuir en algo a sacar de un cierto e injusto anonimato a una figura de esa estirpe, me propuse escribir estos testimonios sinceros, con el único interés de que no se pierda en el olvido un ejemplo tan valioso, el de un auténtico precursor del nuevo socialismo y del nuevo ser humano.

Invito, pues, a rendirle honor a su memoria y a su ejemplo, dando a conocer todos los testimonios, anécdotas, análisis, elaboraciones teóricas, considerablemente desconocidas e incluso reservadas o inéditas.

Con ello solo ganan las fuerzas transformadoras y los procesos de formación de hombres y mujeres nuevos, de revolucionarios (as) integrales.

Enero 2007, Santo Domingo, República Dominicana

2007-01-18 17:16:40