Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de



Mario Rivadulla

La Junta Central Electoral hizo el intento, aunque resultò fallido. No fue su culpa. Parodiando a Garcìa Màrquez, era “crònica anunciada”.  Algo màs esperado que temido. Pero aùn asì, necesario el intento. Al menos que por aquello de que no hay peor esfuerzo que el que no se lleva a cabo.

Carente de mecanismos de compulsiòn para forzar a los partidos polìticos a mantener un discurso constructivo, la Junta intentò convertirse en mediadora.Se abrigaba la esperanza de que las tres principales agrupaciones, pero sobre todo el PLD y el PRD, que polarizan la intenciòn de voto a la vez que mantienen el tono màs incendiario de la campaña, se avinieran a fumar la pipa de la paz.

Tal fue la exhortaciòn del Presidente de la Junta, Julio Cèsar Castaños Guzmàn, cuyas cordializadoras palabras de introducciòn parecieron rebotar en oìdos sordos, cerrados a cal y canto a su sensata apelaciòn.  Lo que recibiò en cambio de respuesta, fue una verdadera andanada verbal consecutiva de los voceros de los dos principales partidos de oposiciòn que en un inoportuno acto de crìtica, por sobrados medios, escenarios y ocasiones de que disponen, distorsionaron el objetivo del encuentro aprovechàndolo  para censurar con acritud al gobierno.

Los primeros en abrir el fuego fueron los reformistas, por boca de su Presidente, Federico Antùn Battle, cuyos representantes abandonaron el local despuès de la explosiva intervenciòn de èste.  Sin pèrdida de tiempo, como en las carreras de relevo, le siguiò el no menos explosivo Ramòn Albuquerque, quien se encargò de agotar las màs duras expresiones de la Lengua Española que sobrevivieron al estallido verbal del vocero reformista, tambièn dirigiendo sus tiros en la misma direcciòn que èste.

Fueron inùtiles los reclamos que con acento casi suplicante,  dirigiò el Presidente de la Junta para que reformistas y perredeìstas no abandonaran el salòn. La deserciòn,   en el mejor de los casos,  constituyò un acto de grave descortesìa con el organismo anfitriòn haciendo naufragar un noble y un tanto ingenuo aunque obligado ejercicio de buena voluntad,  para tratar de lograr un acuerdo encaminado a elevar el tono del debate polìtico.



Bien mirado, sin embargo, lo ocurrido en la Junta no podìa ser de otro modo.  En la clase polìtica, hay en gran medida una especie de sordera y ceguera ante los reclamos de la parte màs sensata de la ciudadanìa. Esta, que es la que por lo general decide las elecciones, demanda respuestas sensatas y propuestas concretas no demagògicas a los problemas que confrontamos,  en vez del espectàculo circense que representa el constante intercambio de diatribas que se ha convertido en el medio habitual de expresiòn de no pocos de entre el coro de voceros partidarios.

Màs que convencer al electorado de la bondad de sus propòsitos y la viabilidad de sus promesas, pareciera que el empeño està centrado en descalificar y desacreditar al adversario. 



No a exaltar lo bueno o mejor que resulta la oferta electoral propia, sino a argumentar lo mala o peor que viene a ser la del contrario.  Olvidamos que està en juego la posiciòn màs importante en toda sociedad organizada: la Presidencia de la Repùblica. Y que es preciso mantener la dignidad del cargo, y por tanto de la persona que llegue a ocuparlo por el voto ciudadano, cual que en definitiva sea,  porque a travès de èl se proyecta tambièn la dignidad del paìs y el respeto que pretende merecer de las demàs naciones. 

Pese a ello no parece que haya intenciòn de cambiar el curso de la campaña.  Ni de bajar el acento agresivo del discurso polìtico, en gran parte vacìo de contenido en la misma medida que sobrado de expresiones insultantes. Por ese camino de violencia verbal, se llega inexorablemente a la fìsica. Al desbordamiento de pasiones, por lo general en la base militante. 



A los muertos de campaña, que luego son tomados tambièn como banderas de denuncia y llorados con làgrimas de cocodrilo.

Làstima el esfuerzo fallido de la Junta.  Pero no es ella la que debe sentirse culpable ni ser enjuiciada.  No es la que ha fallado. El organismo hizo su mejor esfuerzo dentro del marco de autoridad limitada de que dispone para imponer normas de campaña.  Estas tendràn que venir algùn dìa inevitablemente, conforme vayamos dejando atràs el estilo tradicional, gastado de hacer polìtica. Y la Junta ser dotada de los necesarios mecanismos de coerciòn y sanciòn para quienes no se avengan a ajustarse a normas elementales de decencia y respeto al electorado. 



Porque no podemos pensar en modernizar y hacer progresar el paìs, si no introducimos cambios significativos en nuestro decadente y obsoleto ejercicio polìtico.

De lo contrario, seguiremos siendo un paìsito màs del tercer mundo, arrastrando una existencia vegetativa, miseriosa y sin esperanzas de autèntica mejorìa. Vìctimas de la demagogia fantasiosa y de la eterna promesa incumplida.  Calificados y tratados por los demàs como una tribu de ignorantes.  E irrespetados por todos en la medida en que no somos capaces de respetarnos a nosotros mismos.

2008-02-14 13:59:55