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Antinomias existenciales

Juan Llado

A veces el futuro se presenta oscuro e indescifrable. En tales ocasiones el temor nos invade de que pase lo peor. Pero una somera ojeada a algunas de las condiciones y conductas contradictorias de la humanidad permite no ser tan pesimista. Los avances científicos permiten atisbar escenarios esperanzadores ante antinomias tales como la juventud y la vejez, la alegría y la depresión, el amor y el odio y la guerra y la paz. Su posible evolución hacia su respectivo polo positivo podría depararnos un futuro mejor.

Ya hay razones para pensar que no solo la juventud se podría considerar un «divino tesoro». La juventud misma contiene un determinante cronológico y hasta ahora no ha existido razón para investigar sus raíces. Es un hecho impertérrito que nos depara el accidente del nacimiento y posiblemente en esto no haya grandes cambios futuros. Sin embargo, algunos científicos que estudian el proceso de envejecimiento están ahora prediciendo que será posible no solo retardar este último sino revertirlo. Tal hazaña científica haría posible alcanzar la juventud no solo desde el nacimiento sino también desde la vejez.

Dos prometedores proyectos de investigación, entre muchos, que auguran esos resultados. El primero esta siendo financiado por Google con billones de dólares y se basa en el descubrimiento que hizo una bióloga estadounidense al observar que el tiempo de vida de un microscópico gusano se duplicaba cuando se le extraía un gen en particular. De ahí se infiere que lo mismo puede pasar con el humano si descubrimos el gen que determina el envejecimiento, lo cual nos permitiría también vivir vidas más saludables. Como Google es una de las empresas más innovadoras y exitosas que existen, es dable esperar lo mejor con entusiasmo.

En Tasmania, mientras tanto, se estudian los telómeros del ADN para deducir como envejecen las células. Los telómeros son unos casquetes que cierran los cromosomas en sus extremos; se deterioran con el paso del tiempo y ese deterioro es la causa del envejecimiento. Cada vez que una célula se divide estos telómeros se tornan más y más cortos y eso reduce el tiempo de vida. Ya se sabe también que una enzima llamada telomerasa retarda el deterioro de esos casquetes, lo cual lleva a pensar que será posible detener el proceso de deterioro por completo.

Pero ese prospecto seria solo una de las múltiples causas de la alegría, una de las emociones cumbres de los humanos. Hasta hace poco no se conocían sus fuentes, pero descubrimientos recientes dan pie a que en el futuro podamos inducirla a voluntad. Ya se sabe que los 86 billones de neuronas cerebrales se comunican entre sí(sinapsis) no solo a través de impulsos eléctricos sino porque una vesícula de sus extremos vacía un neurotransmisor llamado dopamina que da lugar a que se generen nuevas sinapsis. Se ha establecido que la dopamina controla los estados de ánimo y que una subida de dopamina, por ejemplo, por efecto de la cocaína, causa alegría.

En cambio, una deficiencia de dopamina puede ser una de las causas de la depresión, la más común de las enfermedades que, según la OMS, afecta a 350 millones de personas en el mundo. Anteriormente se creía que la depresión estaba ligada a la deficiencia de neurotransmisores tales como la norepinefrina y la serotonina, pero actualmente se cree que las causas son más complejas y que otros neurotransmisores juegan un rol. Actualmente existe una gran variedad de tratamientos contra la depresión y uno de los más prometedores es el CBD, un compuesto derivado de la marihuana que esta probando ser efectivo contra la depresión y la ansiedad en los animales al mantener equilibrado los niveles de la serotonina.

Igual complejidad comporta el rol que juega la dopamina en la concreción del amor. Se sabe que comienza con el febril efluvio de las feromonas para causar la atracción por el otro. El flechazo de Cupido sobreviene como una catarsis mutua que desemboca en una percepción idílica del otro. Pero la dificultad de definir lo que es el amor hace difícil adivinar sus otros sublimes mecanismos. Según algunos científicos, la relación amorosa se fortalece por la secreción de una hormona cerebral llamada oxitocina, la cual actúa en el cerebro para reforzar el vínculo entre parejas. Ya que una oxitocina sintética se aplica a los afectados por el autismo para estimular su conducta social, no deberá sorprendernos que eventualmente podamos disponer de una píldora del amor.

Cual caras de la misma moneda, el amor y el odio se asocian con la oxitocina. Se sabe que las estructuras cerebrales que se activan para generar el odio también lo hacen para el amor, aunque la activación de algunas no sea tan intensa en el amor. El odio es «como un estado de excitación, de fijación en el odiado y de deseos de venganza». Hasta ahora son psicosociales los métodos que se recomiendan para combatir el odio y no se comprenden bien las interacciones entre los neurotransmisores como para eliminarlo. Se sabe, sin embargo, que los sabios no odian y estimulando y promoviendo la inteligencia tal vez podamos encontrar el antídoto.

Por otro lado, ya se comienza a visualizar un mundo en que no habrá que apelar a Leon Tolstoi y su formidable «La Guerra y la Paz» para intentar acabar con la primera. Las hipótesis sobre el origen del «conflicto humano» abundan y muchas son contradictorias, pero las evidencias paleo antropológicas dan cuenta de que este se remonta al comienzo de la vida social. No será fácil descifrar como manejar la oxitocina y otros neurotransmisores para evitar la conducta colectiva que nos arrastra a la guerra. Pero el deseado resultado de la paz probablemente provendrá de la letalidad y sofisticación de los armamentos. Por el advenimiento de la bomba atómica ya llevamos más de siete décadas sin guerras mundiales y las armas en desarrollo no auguran otra cosa que no sea la paz. Las guerras futuras, si alguna, se darían solo en el espacio.

Sin duda, el breve repaso de estas antinomias ancestrales debe servir para aminorar nuestro escepticismo sobre la condición humana. Sospechamos que el avance de la investigación científica, principalmente en los campos de las neurociencias y la genética, nos permitirá descubrir los antídotos necesarios para avasallar el polo negativo de las contradicciones aquí reseñadas. Tal vez hasta podremos descifrar el destino de la fundamental antinomia entre el bien y el mal. Después de todo Nietzsche, en su clásico libro «Mas allá del bien y el mal», nos dijo: «De los sentidos es de donde procede toda credibilidad, toda buena conciencia, toda evidencia de la verdad.» Y nada más bello e inmaculado que la pura verdad, de la cual emana siempre incólume la incuestionable moralidad.

29 de abril de 2019 | Acento.com.do

2019-04-29 08:49:41