Cultura, Portada

Compartiendo diálogos conmigo mismo; Renovación y Evolución

(Penetrados por el espíritu orante, el fuego del amor nos renace, con la alegría de una esperanza que anima y el gozo de un donarse que fraterniza)

I.- NECESIDAD DE VIDA INTERIOR

Necesitamos volver a esos minutos de silencio,

a reencontrarnos con nuestra natural existencia,

estar en soledad para sentir a Dios en nosotros,

que es lo que verdaderamente nos resplandece,

como renuevos del verbo y retoños del verso.

Hay que retornar al torno de esa dulce sonrisa,

para templar el pecho y destemplar pedestales,

pues lo importante es serenarse mar adentro,

mientras por fuera nos reanime el donarnos,

que es lo que nos purifica los deseos de andar.

Reavivemos sin cesar las formas exteriores,

con ese impulso interior de justa conciencia,

pues es, en esa vida profunda, donde se halla

realmente el cambio que nos hace descifrar,

el mundo de la tinieblas del mundo de la luz.

II.- FORTALECER EL SER QUE SOY

No hay mejor senda que la soñada despierto,

aquella que purga actitudes y  pensamientos,

aquella que persevera y profundiza en retiro,

para fortalecerse en el viviente Jesús de vida,

vivificado en su palabra y avivado en la cruz.

La observancia mística nos llama a la poesía,

despojándonos de la maldad que nos oprime,

devolviéndonos a la dicha del hacer y del amar,

con la edificación de la persona que se aplica,

para no caer en la tumba del vicio y del vacío.

Hay que asumir la convicción de conocerse

y de reconocerse en esa vida interior deseada,

para volver a poner en orden nuestros afanes,

que han de ser los de la escucha y los abrazos,

alrededor del vergel que nos crea y nos recrea.

III.- GUIADO POR EL DON DEL ESPÍRITU

Todo sale del espíritu y entra en la voluntad;

nada es estático, la dinámica del ser es crecer,

hasta madurar para poder comprender el pulso,

y desentrañar  su movimiento, entre lo vivido

y lo que nos queda por vivir, en eterno bracear.

Hay que marcharse de este poder mundano,

que todo lo doblega al dinero y al pedestal;

cuando lo cardinal es resistir a la tentación,

tomar el aliento de la verdad como alimento,

y restituir los suspiros sembrados por amor.

No tengamos miedo a resurgir de la oscuridad,

regresemos a esa composición que nos vive,

hagamos penitencia, forjemos aires mansos,

permanezcamos abiertos a la energía celeste;

no acorazados en masa, sin la musa del alma.

 Víctor CORCOBA HERRERO