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Boicot de iniciativa BCI a algodón de China está condenado al fracaso

diariodominicano.com

   GINEBRA, 30 mar (Xinhua) -- Poco después de que la Iniciativa para un Mejor Algodón (BCI), con sede en Suiza, iniciase lo que denominó campaña de boicot al algodón de Xinjiang, la oficina del representante en Shanghai del grupo confirmó, el fin de semana pasado, que no había descubierto un solo caso de trabajo forzado en esa región china.
   A pesar de que asegura ser una organización "sin ánimo de lucro" y "el mayor programa por un algodón sostenible", un examen detenido del comportamiento de la iniciativa revela que está muy lejos de ser profesional, independiente y transparente.
   En primer lugar, ha demostrado que forma parte de la campaña de desprestigio occidental contra China.
   El año pasado, cuando instituciones de Estados Unidos y Australia inventaron informes sobre la región autónoma uygur de Xinjiang (noroeste de China), la organización, sin ningún estudio de campo, suspendió de forma inmediata sus actividades de garantización allí, al citar su supuesta preocupación sobre el riesgo creciente de trabajo forzado en esa región china.
   La acusación infundada ignoraba intencionadamente el hecho de que la producción de algodón en Xinjiang tiene ya un alto grado de mecanización.
   Tras refutar su equipo en China cualquier incidente relacionado con el trabajo forzado en Xinjiang, sería de esperar que, ante esa investigación de primera mano de su propia sucursal, la sede de la BCI respondiese con prontitud y corrigiese sus errores. Por el contrario, lo que hizo fue optar por el silencio y la indiferencia.
   En segundo lugar, aunque la BCI dice ser una organización independiente sin ánimo de lucro, uno de sus principales socios financieros es la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional (USAID), que admite sin tapujos que su trabajo "promueve la seguridad nacional y la prosperidad económica de Estados Unidos".
   Durante décadas, la USAID ha sido acusada de entremeterse en los asuntos internos de otros países y su propósito de servir como herramienta para mantener la hegemonía estadounidense en el exterior es evidente. Con tal respaldo financiero, así pues, es difícil no cuestionar la independencia de la BCI.
   Además, Marc Lewkowitz, el actual presidente del Consejo de la BCI, es también el presidente y director ejecutivo de Supima, la organización de promoción y mercadotecnia de los productores estadounidenses de algodón Pima. Dado que este tipo de algodón y el de Xinjiang son competidores, es inevitable pensar en que cualquier tipo de preocupación tiene más que ver con un conflicto de intereses.
   Por último, la iniciativa BCI tiene problemas graves de transparencia. Recientemente su sede en Ginebra negó una entrevista a corresponsales de Xinhua. Para sorpresa de los periodistas, la sede tenía tan solo unas oficinas alquiladas en el primero piso de un edificio y unos cuantos investigadores.
   A lo largo del año pasado, la BCI publicó varias veces comunicados falsos sobre la producción de algodón en Xinjiang en los que como única prueba presentaba informes chapuceros de organizaciones occidentales anti-China. Al parecer, la iniciativa no tiene vida propia.
   La iniciativa puede asegurar que su propósito es defender al trabajo digno y los estándares ambientales más exigentes, pero sus propias operaciones no son dignas y, además, tienen un nivel muy bajo. Vendiendo una mentira despreciable al mundo, la organización no hace más que poner en duda su propia credibilidad.